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Ciencia

La ideología detrás de la biología evolutiva

Es habitual sentir que la ciencia puede ser utilizada con fines ideológicos. Es evidente y conocido que los nazis utilizaron sus propias versiones de ciencia racial para justificar el Tercer Reich. Pero también ocurre en áreas que se podrían considerar moralmente más aceptables y su ciencia de mejor calidad. Pensamos, por ejemplo, en los estudios de género y cómo se han utilizado para promover la igualdad entre hombres y mujeres y, más recientemente, los derechos de los homose­xuales. ¿Hay alguien que piense que, casi de la noche a la mañana, América aceptaría la legitimidad del matrimonio homosexual si no fuera por el trabajo de sexólogos como Sigmund Freud, Alfred Kinsey o algunos investigadores actuales? Por supuesto, es necesario poner la ciencia en contexto. El activismo de gays y lesbianas ha sido un factor crucial para cambiar nuestra opinión (y nuestras leyes) sobre este colectivo, pero sin la ciencia es difícil pensar que hubieron cambiado muchas cosas.

¿Existe la ciencia sin ideología?

Sin embargo, hay un sentimiento muy fuerte –sobre todo entre los científicos mismos, pero también abonado por filósofos de la ciencia con opiniones más tradicionales– que la ciencia en sí misma no tiene ideología, o no debería tenerla. Siguiendo la distinción tradicional entre hecho y valor, la sensación es que la ciencia intenta «decir las cosas como son». No es nada extraño que el filósofo de referencia sea el difunto Sir Karl Popper (1972), acèrrim defensor de la objetividad de la ciencia, famoso para afirmar: «La ciencia es conocimiento sin conocedor.» Por supuesto, no quería decir que los científicos no tienen que estar implicados en la ciencia, sino que la identidad del científico –hombre o mujer, blanco o negro, gay o hetero, cristiano o ateo– no afecta (no tendría que hacerlo) a la ciencia en sí. La noción de «ciencia judía» o de «ciencia feminista» es un oxímoron, como «armas para la paz».

En el último medio siglo, esta visión de la ciencia ha sufrido ataques violentos. Hay varias razones, y el crecimiento como disciplina de la historia de la ciencia no es la menos importante. Los estudiantes de esta especialidad reciben ahora una formación más profesional, por ejemplo no se limitan a estudiar textos publicados, sino que investigan las cartas y cuadernos que se conservan a los archivos.